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miércoles, 24 de octubre de 2012

Geografía Humana

Sólo soy posible si avanzo
hacia las distancias que me acercan,
las que me devuelven un instante
o lo inventan de nuevo,
un espacio y un tiempo
casi sin abismos,
donde es posible el abrazo
y la piel no tiene dueño,
excepto la incondicionalidad
de la entrega

y de la posesión,
para poder ser libres en el mundo,
en la vida,
en ese instante
y en ese lugar cuyas coordenadas
son tu mirada y tus manos,
o la capacidad para reinventarnos
cada vez.

© Marian MASR, 24/10/12, "Geografía Humana".

domingo, 17 de junio de 2012

La Carta



Siempre que leo algo relacionado con la crueldad de la guerra civil, se me hiela el alma, el corazón y todo. Y lloro. Siempre lloro, a veces hasta sin lágrimas. Es un llanto sin consuelo ni compañía, es eso que se siente de niño y no se comprende y nos inunda de sinsentido y miedo, de rabia y dolor intenso que sale de lo más hondo buscando algo que lo calme y lo remedie, sin conseguirlo. Tampoco he podido evitar recordar esas conversaciones llenas de dolor en mi casa, recordando a mi abuelo paterno, Luis.
Mi abuelo era un Hombre Bueno, nada más, que creía en el Trabajo, en el esfuerzo diaro, en la Libertad de Expresión y Pensamiento, en Vivir y dejar Vivir, trabajando dignamente porque el hombre debe ser digno para ser hombre.  Él tenía una barrilería, y tenía asegurados a los trabajadores y él era uno más, sin privilegios, era el jefe pero no hostigaba a nadie, los trataba a todos como hombres iguales, y vivía cómodo pero no explotaba a nadie, porque para él la dignidad del hombre no se medía ni por el poder, ni por las posesiones, sino por la riqueza interior, por el conocimiento, por ser y saber todos iguales y tener los mismos Derechos cumpliendo con los mismos Deberes. Parece que eso no gustaba. Irónico, eh?. Tan irónico, macabro, cínico y sin sentido como injusto y cruel, sin límites. Lo metieron en la cárcel con 42 años y dejó a 6 hijos solos con mi pobre abuela, uno murió con meses. Los otros 5 y mi abuela sobrevivieron todas sus vidas, condenados, o ellos y yo, todos hemos muerto desde el mismo momento que lo sentenciaron a él. Mi abuelo sobrevivió 4 años, a los 46!! murió de neumonía, solo, imagino por estar todo ese tiempo en el peor de los lugares, frío, helado -aunque lo más helado sería su alma y su corazón-, mala comida o ninguna, en fin, me rompo y me da una rabia porque esa guerra fue la Sinrazón, el Odio en estado puro, la Injusticia, lo absurdo en toda su dimensión, la crueldad máxima sin compasión, un legado de sentimientos mutilados, carentes de corazón, miles de "corazones helados" para siempre, amputados de amor, amputados de capacidad humana, huérfanos de lo más importante, solos y desamparados desde siempre para siempre. Cuánta pobreza de espíritu y de todo. Cuánta miseria inhumana.
Mi abuela se quedó sola, sin nada, porque se lo quitaron todo. No me lo imagino, no me alcanza. Siempre, desde que la separaron de él, hasta que ella murió con 83 años (tenía yo 8), llevó en el pecho la última Carta doblada que recibió de mi abuelo desde la cárcel, y no era una despedida, era un "hasta siempre" dando ánimos, un grito de esperanza -sordo y mudo- era relativizar la muerte, convivir "amistosamente" sin más remedio con su preludio, con su incierta presencia, siempre decía que no se preocuparan que él estaba bien, que...pronto....que él estaba bien, dios!!!!!!!!. ¿Dios?. Siempre lo llevó con ella de esa forma. Es muy duro. Cuánto vacío. Cuánta soledad. Si dios existiera no permitiría cosas de este tipo, no me queda más remedio que decirlo. No me creo nada, ni a casi nadie.

Mi padre murió con 82 años, él tenía 18 o algo así cuando murió su padre, y claro, se quedó a las puertas de estudiar en una universidad que era su gran ilusión -por eso nunca dejó de decirme que estudiara y estudiara, lo entiendo tan bien ahora-. Se quedó las puertas de tantas cosas, le arrancaron un trozo que nunca superó, ni recuperó, ni le cicatrizó, es un desgarro demasiado cruel que nunca acaba de cerrar, se abre y vuelve. Nunca pudo hablar del tema, sereno, porque se rompía, era incapaz. Se hacía pedazos.

Cuánto vacío y cuánta soledad. Esa carta es otro corazón helado más, otra despedida de desgarro en todos los sentidos. Y una hilera de dolor, de carencias, de inseguridades, de miedos, de no autoestimas, de delirios, de sinrazón, de dolor.
Una hilera de suspiros que no consuelan, ahogan.

El Odio sólo engendra Odio, y se acaba cobrando a los más Inocentes. La Amnesia genera más Indiferencia y Complidad, y acaba con lo más valioso y lo único que honra al Ser Humano: su Dignidad.
© Marian MASR, no existe fecha porque se re-escribe a diario.

sábado, 26 de mayo de 2012

De lo divino a lo humano hay un paso y un precipicio.

La nomenclatura de la vida a veces se nos hace informulable, o mejor dicho, la hacemos imposible, no nos basta con descifrarla para comprenderla y poder emplearla como el vehículo que nos comunica y que nos permite movernos libremente dentro de las coordenadas espacio-tiempo-abismo que ella nos impone, nos empeñamos en desmontarla rozando la húmeda osadía de reinventarla cuando en realidad lo único que estamos haciendo es hurgar como mucho para descomponerla sabiendo que nos van a faltar o sobrar piezas.
Con las personas empleamos la misma habilidad y delicadeza, el mismo tacto artesanal y preciso, el mismo método científico, la misma eficacia y eficiencia incluso teniendo la certeza de que esas piezas son especialmente delicadas e irremplazables. Y pedimos sin límite lo que no estamos dispuestos a dar, lo que no somos capaces ni siquiera de ofrecer, y mucho menos de regalar. Y decimos desbocados lo que jamás tenemos el valor de escuchar, y lo peor, somos incapaces de callarnos lo que deberíamos saber disculpar. Y hacemos sin pudor alguno lo que reprochamos. Y juzgamos como delito con todos los agravantes aquello que disculpamos en nosotros mismos con todos los atenuantes. Y condenamos como víctimas y a duras penas lo que deshonestamente nos disculpamos autoliberándonos como los verdugos que somos.
No nos damos cuenta que el verdadero tesoro no se deja buscar ni encontrar, nos sorprende desprevenidos, y es mejor esperarlo, invitarlo a salir, o a entrar, ser inteligentes para saberlo seducir y provocar, se trata de persuadir y no exigir, porque la coacción es el inhibidor más potente. La entrega como la posesión sólo pueden rozar la posibilidad de ser incondicionales cuando la libertad es lo infinita que somos capaces de hacerla. Somos todo coherencia. Co-herencia. Herencia Co. Somos lo que podemos, ni siquiera lo que somos capaces de ser, somos lo que nos dejamos ser, lo que nos permitimos, lo que no nos autocensuramos. Con esta generosidad sin límite que emana de nosotros, que nos re-corre, nos define, nos re-inventa y nos re-todo podemos ir tranquilos. Con esta confianza, que a veces es más con fianza material, previo peaje, que esa otra de valor incalculable, sabia y savia vital, tan necesaria y tan explícita porque en definitiva es la que marca el camino o el no camino, la prioridad o la opción, que nos transiten y transitemos, sólo como "pasajeros de tránsito" solos, o que ese otro interior y el nuestro, deseosos de ser visitados con la esperanza de ser habitados, -no invadidos, mejor, conquistados por esa atracción admirable y/o esa admiración atractiva- sean el confortable y deseado huésped o anfitrión.

© Marian MASR, 26/5/12

viernes, 20 de enero de 2012

Monotonía de viernes: monoanatomía.

Como todos los viernes, desnuda de ti
te recompongo en palabras para darte sentido(s),
conjugo tu verbo, presente de abismo
y tu voz me pronuncia al oído.

© Marian MASR, 20/1/12.